martes, 21 de abril de 2015

Nata de estupideces.

Pocas virtudes posee el hombre indecente, porque de él derivan todas las magnificencias de la destrucción.

¿Qué de malo hay en el odio? ¿En una época más allá del bien y del mal, qué estúpidos Dioses defecan una pobre imposición del sentido de la abstención? Nada de autocontroles, modernos hijos del Estado, ustedes, católicos o protestantes, con expensas devenidas la moral de la anti masturbación y del grito eterno por el pecado de la fornicación, comprendan y sepan que hay un Estado más allá de sus estúpdios policías: un hilo dorado, camino al edén, a la transfiguración del hebreo mito del paraíso: su egocentrismo.


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